Fuente: WahtsApp |
Si la entrada anterior os ha parecido un poco seria, aquí va
la versión “más ligera”, que Eduardo me ha hecho llegar por correo electrónico.
En serio o en broma, las nuevas tecnologías (¿hasta cuándo
seguiremos llamándolas “nuevas”?) son algo que ha cambiado (mucho o poco
depende de cada cual) nuestra forma de vivir.
¡Qué lo disfrutéis!
Mi mujer ya está en el “feisbuq” y hemos decidido
comunicarnos a través de él. El otro día escribió que iba a poner lentejas y yo
le contesté: me gusta.
Han dicho que es en verano cuando más trifulcas
matrimoniales hay y nosotros hemos encontrado una solución a nuestros problemas
conyugales en las nuevas tecnologías. Nada de broncas. Todo a través de mensajitos.
También hemos descubierto que es muy bueno para la pareja el
“wasas” ese de los cojones. Vamos a un bar y yo le escribo:
«¿Qué vas a tomar?»
Y ella me contesta:
«Una cerveza».
Entonces llamo al
camarero y le digo:
- Oiga, por favor, pónganos dos cervezas.
Pero es que también nos hemos abierto una cuenta en el
“tuiter” y en 140 caracteres somos capaces de resumir una situación. A mí me va
muy bien porque antes la única que hablaba era ella. Ahora, gracias al
“tuiter”, puedo meter baza. Las conversaciones son de lo más divertidas. Nos
contamos cosas y nos preguntamos sobre lo que vamos a hacer al día siguiente o
sobre lo que nos parece el vecino. El otro día, el modelo que llevaba una
conocida nuestra de la “urba” fue “trending topic” en nuestra cuenta
particular.
-¿Te diste cuenta de como iba la Cuqui la otra noche?
La Cuqui, aclaro, está como un tren. Esa noche a la que se
refería mi mujer iba con una minifalda que parecía un cinturón ancho. Se le
veían hasta las bragas. Yo le contesté en otro mensaje:
-No me fijé.
-¿Que no te fijastes? Se te salían los ojos.
Esta conversación, a viva voz, había terminado en trifulca
matrimonial. Pero con las nuevas tecnologías la comunicación es mucho más
manejable, no te exaltas así como así.
Una noche que fue nuestro aniversario de boda, la invité a
cenar (a mi mujer, no a la Cuqui) a un sitio muy romántico, con velitas y todo
en la mesa. Sacamos nuestros ipad correspondientes y nos pusimos a enviar
mensajes como posesos.
Cuando nos trajeron la comida y comenzamos a comer, le
chateé:
- Está buenísimo este bacalao frito.
Y ella me puso:
- Me encantan las cocochas.
Nos recordamos a través del “wasas” cómo nos conocimos. También
hablamos de nuestros hijos. Tenemos dos y han volado del hogar.
Uno de mis deseos es comer una noche con mis hijos y con sus
respectivas parejas. Los seis chateándonos entre nosotros. Debe ser la repera.
Al principio yo era un enemigo de que mis hijos estuvieran
en la mesa utilizando constantemente el ipad, hasta que me di cuenta de mi
error. Un día, harto de que me ningunearan, les puse en la puerta del
frigorífico un papel que decía:
«Hola, soy vuestro padre. Podéis encontrarme en el
Facebook».
Santas palabras. Al otro día hablé con ellos a través de la
red social más de lo que lo había hecho en los dos últimos años.
El día el que se inventen echar un polvo a través del ipad
será tremendo. Yo no quiero morirme sin probarlo.
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